18/12/2011

Frai Montesinos : Una voz libertadora

Fray Antón de Montesinos
Publicado el 1 enero, 2011 por delta
En este año que comienza, se conmemora el quinto centenario de la llegada de los dominicos a la Isla de La Española, hoy República Dominicana y Haití. Con motivo de este evento, queremos dales a conocer un documento singular.

“Para os los dar a cognoscer me he sobido aquí, yo que soy voz de Cristo en el desierto desta isla; y, por tanto, conviene que con atención, no cualquiera sino con todo vuestro corazón y con todos vuestros sentidos, la oigáis; la cual será la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y más espantable y peligrosa que jamás no pensasteis oír». «Esta voz [os dice] que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué auctoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muerte y estragos nunca oídos habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades [en] que, de los excesivos trabajos que les dais, incurren y se os mueren y, por mejor decir, los matáis por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine y cognozcan a su Dios y criador, sean baptizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? Estos, ¿no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos?”



Este fue el núcleo del discurso que pronunció fray Antón de Montesinos en 1511, al descubrir el mal trato que recibían los nativos por parte de los conquistadores. Aprovechó el sermón del tercer domingo de Adviento -tiempo litúrgico que precede a la Navidad- para despacharse de esta manera ante la atónita audiencia de importantes y siniestras autoridades que allí estaban, por mandato de los Reyes de España.

Como es natural, el asunto no gustó y los dignatarios políticos protestaron ante los superiores del predicador; pero Antón de Montesinos, sólo era el portavoz de una solidaria Comunidad de dominicos, encabezada por fray Pedro de Córdoba que hacía un año, habían llegado por primera vez a esas tierras de América.

La “reprimenda”, lejos de apaciguar el discurso, lo avivó aún más, y las indignadas quejas y acusaciones escritas por el Virrey Diego de Colón, llegaron al Reino de España, a donde tuvo que volver el dominico para comparecer y dar explicaciones ante el solemne tribunal, oportunidad que aprovechó fray Antón, para sacar a la luz toda la cochambre que había en la Isla de La Española.

Después de ser escuchado por los Reyes, estos tomaron cartas en el asunto y decidieron acabar con tanta injusticia, promulgando las leyes de Burgos; las primeras que se aplicaron en América bajo la Monarquía Hispánica y que recogían los derechos de los indios como hombres libres y dignos de respeto.

Tal vez, a estas alturas del relato haya personas que no sigan leyendo, pues ensalzar a los hombres de la Iglesia, hoy por hoy, no está precisamente de moda, pero al margen de creencias religiosas y opiniones partidistas, deberíamos reconocer que estos hombres de gran coraje y profunda bondad, demostraron la esencia del amor, el respeto y la justicia hacia los más débiles, poniéndose de su lado y renunciando a la amistad y a la cálida acogida de sus compatriotas para defender la dignidad humana de unos desconocidos que estaban sometidos en un lugar remoto.

Justo ahora, 500 años después, el fundamento de este sermón podría seguir vigente en muchas partes del mundo. A lo mejor esto, debería hacernos reflexionar para situarle en un lugar destacado de la historia, por encima incluso, de otros brillantes y memorables discursos pronunciados por personalidades como George Washington, Gandhi, Azaña, Salvador Allende y tantos otros que han quedado registrados como prueba documental de una época y constituyen un legado importante para todas las culturas de la Tierra. Pertenece, en definitiva, a ese tipo de discurso, que sirve como punto de inflexión en la historia y que dignifica a quien lo dice y a quien lo defiende; de esos que te reconcilian con el hombre.

Como siempre, habrá personas que estén de acuerdo y otras que no; esa es la grandeza de la libertad y del respeto hacia los demás.

Nenhum comentário:

Postar um comentário